Miraba cada uno de sus movimientos con toda su atención puesta en el cuerpo de él. No quería perderse ni uno de esos movimientos. Lo miraba con tanta ansiedad que casi parecía que lo intentaba hechizar. Él seguía jugando, estaban en un partido de fútbol y debía concentrarse, pues él era el capitán.
Ella lo miraba, aplaudía, gritaba, abucheaba a cada jugada que el equipo hacía. Estaba tan contenta de estar allí y que él sepa de su presencia que olvidó el resto de sus problemas. Al terminar la tarde mientras el sol caía y el torneo de partidos llegaba a su final ella se acercó al banco de jugadores, lo abrazó amistosamente y le dio un pequeño beso en sus labios, sin decir más palabra se alejó porque ya se le había hecho tarde. Gracias a ese momento ningún otro partido de fútbol va a ser igual para ninguno de ellos dos.
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