El humo de tu cigarrillo transforma la media luz que nos envuelve, en tinieblas azuladas. Qué bien se siente esta intimidad que me permite acariciarte con la mirada por un instante infinito. Mi alma se agita, desesperada, implorando tocarte. Sentir tu calor, tu paz; pero mi mente la calla murmurando qye no es conveniente, que no es lo correcto, y otras tantas incoherencias.
Tu cuerpo esta ahi, aspirando ese aroma que continuamente me recuerda tu perfección, contrastando con mis egoístas impulsos de adueñarme de tu geografía; a escasos centímetros de mi boca, deseosa de probar el dulce sabor que desprenden tus lábios. Pero tu alma no está. No, se encuentra lejos de aquí. Lejos de mi, de nuestros cuerpos. Muy lejos. Vagando por abismos; escapando por horizontesa los que no alcanzo a vislumbrar, ya que tu figura me encandila. ¡Volve, por favor! ¡No te alejes, no huyas de mí! Necesito la luz de tu mirada para lograr seguir camiando sin tropezar. Solo permíteme entrar un momento entre tus laberintos, hecharle una mirada, para saciar mis ansias de vos. Solo sonreí, como únicamente vos sabes hacerlo, y ya nada tendrá importancia.
El cigarrillo se consume por el fuego, dejando solo cenisas;el humo lentamente se esfuma. Y ya no estas. Nunca estuviste.
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